ALGA Revista de Literatura
nº86 - primavera 2022




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Remnants de Kayoko Tomono


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Narrativa

    ELVIO RENÉ

    Es miembro del Grupo de Poesía ALGA. Ver: http://www.poesiaalga.org/

    EL YURUMÍ

    Llovió caudalosamente. La áspera tierra nos ofreció un alivio de arroyos y lagunas nuevas que no durarían mucho. Al caer la tarde, un cielo de sangre se llevó la tormenta y dejó el hambre y la noche con un olor intenso de tierra censurada. El sueño sin comida fue un camino tortuoso. En sucesivos días de fatiga y de cierta euforia habíamos malgastado los bastimentos, dos arrobas de harina de mandioca por persona. Ahora esa reserva estaba terminada, así como la mayor parte de los mandubíes recogidos en el Puerto de los Reyes. Confiábamos en la caza y en la pesca, pero lo conseguido lejos del río era insuficiente para mil trescientas bocas. Nos habíamos internado en un desierto de matorrales escuálidos que ofrecía un escaso alimento para tanta gente. Los nativos descubrían serpientes o armadillos, mas nosotros éramos incapaces de distinguir algo que fuera a ras del suelo. A veces recibíamos algo de su compasión. Los animales se habían recluido en sus cubiles por la tormenta y el adusto terreno no concedía más que palmitos dispersos, raíces y algunas frutas. Ahora el hambre y el abatimiento eran culpas recíprocas ante la penuria.
    Tokoroo me seguía y yo seguía a un guía nativo, pero a mis espaldas era ella quien localizaba alguna planta comestible. Al día siguiente llegamos a una extensión donde la vegetación alta desaparecía y dejaba una calcinada planicie de matorrales cortos que se extendía una milla entre uno y otro extremo. La sabana presentaba una multitud de montículos de tierra roja más altas que un hombre. En la planitud contemplé por primera vez a un yurumí, un oso hormiguero gigante.

    -Yurumí -anunció Tokoroo sonriendo frugalmente y frunciendo los labios para ilustrar el nombre-: "boca pequeña".

    El gesto de Tokoroo fue inesperado. Tal vez la divertía el insólito cuerpo de la criatura, moviéndose ocupada a cierta distancia de nosotros. El raro animal destruía obstinadamente la dura tierra del termitero valiéndose de las portentosas uñas de medio palmo de largo. Esta especie no sube a los árboles. Se alimenta de hormigas y termitas. Es un animal confiado en su contenida fuerza. Aunque carece de dientes, la presencia del hombre no lo inmuta; tampoco lo intimida el jaguar, que teme sus garras. El hocico es cónico, más largo que el del tamandúa. Largas cerdas componen el duro pelaje tricolor, blanco, gris y negro, que el yurumí exhibe como un atuendo singular. Balancea una cola enorme que hace ondear como una bandera y que usa para taparse cuando duerme.
    El animal introducía en las ruinas del termitero la lengua de dos pies de largo con aspecto de látigo, gruesa como un lápiz, y la retraía adherida de insectos. La boca es un orificio por donde sólo pasa la lengua cilíndrica que dirige con maestría.

    -Tiene un gran olfato -informó el guía-, pero su vista es débil. Inofensivo si no se siente en peligro.

    Contó el nativo que alguna vez se habían encontrado los cuerpos resecos de un yurumí y de un yaguareté, éste con los dientes clavados en la cabeza de su presa, su habitual forma de cazar, y el yurumí con las poderosas uñas hundidas en el cuerpo del jaguar. Habían muerto juntos, inmovilizados, sin renunciar a las consecuencias del duelo.


    (la zorra y el cuervo)

    R. VANDEVORST

    página siguiente