Los alacranes del desdén rondan mi casa esperando encontrar alguna grieta
en mi orfandad,
no saben de este otro paraíso de cerezos en flor que comparto contigo,
de donde tomo el mágico brebaje que contiene el antídoto de ese dolor.
No juzgaré a la abeja que a causa de un error en el trayecto un día
se olvidó de libar en la flor, llevar a la colmena su paladar de luz.
No verteré azufre en su garganta de oscurecido azúcar,
porque no sé la lucha que mantiene en la profundidad de los pistilos
tratando de exprimir su tiniebla.
No hurgues más en la herida
y pon tu corazón abierto en la bandeja de quienes no dudaron
que no eres como el ave que se retira, y deja vulnerados
en la arena los hijos más livianos frente al imperturbable mar.
Ten esperanza en ellos que antes de la marea serán capaces
de por primera vez alzar el vuelo, y quedará anegada la traición.
No cedas, pule con fina imagen los diamantes
que aún quedan de tu pecho,
busca un rincón adentro donde rememorar los mil destellos
de la dicha que triunfa sobre el mal.
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