"Me han cortado por la mitad. / Ayúdame a ser zurdo."
Pedro Casariego Córdoba
Leo en septiembre cuanto escribí durante el verano, tanto lo dibujado cuanto lo fotografiado, y que ahora acumulo en el ordenador: las mil imágenes de Montserrat por la espalda, ahora sobresaliendo de una base nubosa, ahora calmándose tras unos días de lluvia; las tardes de sopor, sin ocurrencias; las noches infrecuentes, angustiado. Y no encuentro una pista que me continúe: una senda en medio de los prados, un surco por el que proseguir entre tanto papel por el suelo, entre las libretas de tapas naranjas y negras, nada que identifique un adverbio suelto por sí mismo, la circunstancia de entonces y la actual, nada que me permita avanzar ahora, nada que haga desvanecerse esta sensación de estancamiento. Nada, salvo la curvatura del mundo.
¿Y si pudiera morder toda la tierra, como Alberto Caeiro?
"Tu voz es inmortal porque no es tuya."
César Simón
Sigo hasta la extenuación, contemplo sin hacer. Soy como un perro, negociaría mansamente mi libertad a cambio de fidelidad; pero no tengo amo, soy tan solo en este lugar, no sé si soy de este lugar, soy -en ese cemento copulativo que es el verbo ser sin estar en castellano- este lugar que no tiene propietario o si lo tiene desconozco su existencia ni si sería capaz de convivir conmigo, pues nada se acaba de resolver satisfactoriamente, y los filósofos desconocen la existencia de la divinidad; soy más exactamente el desierto de amigos, de bienes y de señor de Jordi de Sant Jordi -traducido por José María Micó-: un arcano incapaz de explicarse y verse ante el futuro, en estrany lloc i en estranya contrada.
"Invaden su armadura con gigantesco liquen."
Pablo Neruda
No hay eco, el silencio es la única palabra que causa todas las constantes y las amamanta hasta hacerlas ensordecedoras. No hay eco en aquella modorra de los domingos, en las risas, en las palabras forzadas, en el callar interminable. La presencia tan audaz del camino por entre los árboles, su canvas extendido a derecha e izquierda, horizontal, dichosamente alargado, sobre la tierra amarillenta. Lo reconozco: la presencia de todo lo que veo es tan solo una representación, un tapiz milenario como el de Bayeux pero sin Guillermo el conquistador, sin los acantilados de Dover, sin la batalla, sin la historia, todo lo que veo es tan solo la representación de un valle y así, sin pinturas, sin telas, quiero plasmarlo en lo que escribo.
Del libro inédito La hora más fría
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