CRÍMENES DE GÉNERO
También cantos nupciales
se pueden estrellar en pleno rostro
de la mujer desprevenida.
Amor de carne y furia.
Juegos florales. Odas al pavor
de pisar el cariño, hacerlo añicos.
La penumbra se cubre de promesas.
La angustia se cocina en los hogares
con el fuego apagado.
Quien no ha sentido frío
no sabe cómo puede taladrar el aliento,
dibujar un intrincado laberinto
bajo el vello erizado,
elevar pesados parapetos
que detienen el curso de la sangre.
Lo que era un suave devenir de segundos
se interrumpe de golpe
y el rojo sella el blanco de los ojos.
Una vida se ahoga en lo más hondo,
frágil como el mañana. Inaccesible.
La muerte estaba allí, con vestido de novia.
Del libro Plaza Sitiada
Ediciones Carena (Barcelona, 2014).
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EPITAFIO
Aquí yace mujer. Amó deprisa,
pagó el reclinatorio, oyó la misa,
mantuvo el gesto leve, voz concisa,
el alma soterrada e indivisa.
Agradar al varón fue su divisa,
con un suave bosquejo de sonrisa.
Obedeció al dictado muy sumisa
guardando su virtud como Artemisa.
Quería ser poeta o poetisa,
hereje, capitán, sacerdotisa,
pero quedó atrapada en la imprecisa
fragancia de ser viento o de ser brisa.
Bordó su desconsuelo en la camisa,
comió pan duro y se murió de risa.
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