POESÍA DEL ESPACIO INTERIOR:
12 poetas en Barcelona
nacidas/os en las décadas de los 40 y 50
Selección a cargo de: Goya Gutiérrez
A modo de introducción
Dado que en torno a la ciudad de Barcelona existe un nutrido número de poetas de escritura en castellano, cuya obra merece ser destacada, me he centrado en este primer ciclo que se abre con los números de las revistas 64, 65 y 66, en una serie de poetas que han nacido en la ciudad, o llegado desde muy diversos lugares de España o Latinoamérica, o que comparten de forma simultánea su residencia en Barcelona con otra ciudad. Esta selección antológica comprende la poesía de doce poetas nacidas o nacidos en las décadas de los 40 y 50: Anna Becciu, Ma. Cinta Montagut, Concha García, Jordi Royo, Rosa Lentini, Marga Clark, Neus Aguado y Rodolfo Häsler, además de las tres poetas y el poeta incluidos en el presente número.
Es verdad que existen rasgos poéticos comunes, pero no hay que olvidar los peculiarísimos en cada poeta, como no podría ser de otra manera, con una obra consolidada en la mayoría de los casos, de la que ya otras/os más versados en la materia de la crítica han hablado. Por tal motivo el criterio de selección ha sido agruparlos bajo el título "Poesía del espacio interior", ya que la mayoría comparten una realidad poética interiorizada que busca trascender, en el sentido de trasladar el lenguaje poético más allá de los límites de comunicabilidad lingüística; circunscribirlos a un mismo espacio, y tener en cuenta la década de nacimiento.
Goya Gutiérrez
CARMEN BORJA (Gijón, 1957). Vive en Barcelona desde 1978. Doctora en Literatura Española, Máster en Edición, miembro de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña), de la ACE (Asociación de Escritores de Asturias) y del PEN Català. Autora de algunas traducciones y trabajos literarios sobre autores de los siglos XIX y XX. Obra poética: Con la boca abierta (1978), Buscando el aroma (1980), Libro de Ainakls (1988), Libro de la Torre (2000), Libro del retorno (2007) y La balada de Branko Petrovski y otros poemas (2007). Codirigió con Carles Molins la publicación de coleccionista Puzle (2006). Aparece en diversas antologías, entre ellas Conversaciones y poemas (1991), Territorien der Lyrik Spanien (2001) y Las poetas de la búsqueda (2002).
"Cuestión principal es el conocimiento. En tiempos de la Modernidad resulta natural que el poeta se replantee su condición y sus límites. Pero la poesía de Carmen Borja, si bien muestra rasgos propios de nuestra época, alcanza unos niveles de profundidad que la sitúan por encima de un tiempo determinado y sus versos tienen la sabiduría y el sabor de antiguas palabras". (Corredor-Matheos)
"Era difícil superar la excelencia de sus anteriores poemarios (Libro de la Torre y Libro de Ainakls), pero el Libro del retorno no desmerece respecto a sus precedentes, constituyendo con ambos una trilogía en la que cada obra es singular, aunque todas ellas se hermanen al compartir temas esenciales de la existencia y en la impecable coherencia discursiva". (Alberto Hernando)
Es el hielo
levantado con el sueño que te aleja
por un cáliz seco de veneno
y arrugado,
por mis sendas torcidas
que perdieron la hierba tras la aurora.
Es la boca
sellada en el silencio que te abraza
con fe vencida
y sonrisas calcinadas.
Es todo gesto inerte
agazapado,
todo latir largo que se escurre
en un fluir sereno
hacia la muerte.
De Buscando el aroma (1980)
I
Yace ahora sombra entre las sombras
aquel que esclavizara tu voz y tu sentido
e hiciera de tu gesto el de una diosa triste.
No queda de su paso otra huella que la arena
y la luz de sus ojos ya no brilla entre los vivos:
sepulcro amplio que mides con tu sueño,
que rodeas y abrazas con tu sueño,
que modulas en la tarde con tu sueño de ola.
Yace ahora sin nombre en tierra ignota
aquel que en otro tiempo llegara de lejos
e hiciera de tu boca su nido y su morada.
De herrumbre y guerra es tu camino,
camino de extranjero, sendero de Ainakls.
II
Campos agostados de Ainakls,
campos febriles de punzada y escorzo,
de entraña contraída y fuegos fatuos.
Campos de sed vencidos por la escarcha,
silentes como orillas tras naufragios de nubes.
III
Es tu estirpe de la estirpe de Ainakls.
¿Oyes silbar el viento entre los árboles
y las hojas desgarradas y los setos?
Es el viento famélico y desnudo del norte
que vaga dolorido por sus campos.
De Libro de Ainakls (1988; 2ª edición: 2000)
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II
Estás desnuda ante el tiempo
y no te sirve la canción del mirlo ni la alondra.
¿Qué hay de tu propia canción?
¿Permanece el amor?
Hablas a la sombra que fuiste,
desmembrada en miles de fragmentos.
Puede haber peso, medida, dirección,
pero la suma de todos no eres tú.
¿Qué los unirá? ¿Qué podrá unirlos?
"El amor mueve las estrellas", dijo Dante,
y antes que él lo dijeron muchos otros.
Y después de él, aun sin saberlo.
Puedo decir: recuerdo.
Recuerdo que la dicha es posible.
De Libro de la Torre (2000)
1
Siempre volvemos a la casa del padre.
En cualquier lugar surge el relámpago
que transforma el paisaje o la calle en conciencia:
talismán que protege del frío.
Entonces Ibn Hazm habla del amor verdadero,
aquel que no es hijo de un instante,
y de la planta arraigada que no ha de esperar la lluvia.
Porque el sentido viene de aquel viento
que llegó con el poema: sagrado ardor.
¿No ves que pasa a tu lado sin ser visto?
Sin cuerpo, sutil como un susurro.
Amor: lo que fuimos, somos, seremos,
todos los tiempos conjugados del ser,
camino de regreso a casa.
48
La profecía llegó con el viento del norte.
Entonces la memoria del pozo
y el cielo plomizo.
Recordar era morir.
Bajo las acacias latía el espíritu
y era nudo enroscado a la garganta
y era agua perdiéndose en el agua.
Pero no saber estéril.
Tú quedas al final de los tiempos,
esperanza terca de principio.
El mundo empieza en soledad absoluta
y aún allí pronunció mi nombre:
¿cómo no transformar fragilidad en fortaleza?
De lo precario nace la plegaria
y el temor cenagoso del futuro.
Pero el pacto secreto de la vida
no conoce la derrota.
Como el blanco,
el centro no es una dirección.
Siempre volvemos a la casa del padre.
De Libro del retorno (2007)
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Como quien huye.
Entro en Mañana de Pascua, la luna en lo alto.
Voy con esas figuras, mujeres que caminan.
Un poeta es eso y lo sabe.
La obra va escribiéndose a sí misma,
respira, latente.
Salir del marco del sentido.
Los sin voz recogen las migajas en su fuga.
La fuente secreta es tristeza. Pero después llega el canto:
plegaria, consuelo, celebración.
Y la alegría que inventa.
Algunos eligen la senda difícil,
donde está la gran intuición, la semilla.
El amor es sin muerte.
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ALEJANDRO DUQUE AMUSCO (Sevilla, 1949). Llegado a la Ciudad Condal en setiembre de 1970 y afincado en ella desde entonces. En la ciudad de Sevilla pasó su infancia y juventud, y todo el paisaje sureño (en especial, el de Zufre [Huelva]) está muy presente en su poesía más lírica. Siguió en Barcelona estudios de Filología Hispánica, y ha sido durante años profesor de Literatura en el Instituto Lluís Vives, de Barcelona. Entre sus libros de poemas destacaremos: Esencias de los días (1976), Del agua, del fuego y otras purificaciones (1983), Sueño en el fuego (1989) y Donde rompe la noche (1994). De momento, su última obra es A la ilusión final, de 2008. De él ha dicho recientemente la crítica:
"Poesía elegante y refinada, con un lenguaje rico, depurado y trabajado, en el que las palabras fluyen con naturalidad y cadencia exquisitas y en el que el simbolismo lumínico acompaña a instantes de plenitud en la vida o en el amor." (Ana Recio Mir, [Séneca digital, nº 3, Sevilla, mayo 2010.])
NOSTALGIA DE LOS SUEÑOS
Sueños de la niñez. Los brazos del gigante de la barba de plata
me llevaban al país de la innombrable noche
donde las banderolas de sueño se agitaban, sobre los ojos extasiados,
y pasaban los pájaros del color de la luna.
Los días se tejían con fábulas de sueños.
Sueños de placidez que el mar suave acunaba
con su canción azul, entre islas de encanto,
o sueños otras veces traspasados por el pavor de una lanza sangrienta
(Tristán era alcanzado en la luz venenosa),
pero sueños, sueños siempre, larvas de la alucinación
que daban a la mente fulgores misteriosos,
colores y latidos.
Alfileres de oro.
Y al despertar, qué extraña y dulce turbación deslumbrada.
De la ladera oscura
la mañana surgía, tintineante de sol,
y el niño escapaba a los pinares a esconder sus riquezas.
Oh sueño, oh cofre de la noche, entonces lleno de monedas vivas.
De Sueño en el fuego (1989)
PALABRA
Celada hermosa,
detrás de cuya estela
se me fueron
los ojos deslumbrados;
viví para ahuyentar
la muerte y su cara empolvada
con tu gracia
de frágil danzarina.
Para esperarte
bajo la luna negra del deseo,
como sumiso amante,
por si acaso venías.
Pero tal vez
no eres más que eso: una espera
en la noche,
la espera que se cumple
en otra espera,
la promesa
por siempre demorada.
La cita de una ausencia.
¿Cómo tenerte, hechizo delicado,
si sé que las palabras
más amadas son esas
que nadie oye,
las más ansiadas son
las que nos cuestan
al final
la vida?
De Donde rompe la noche (1994)
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NIEVE
Como emisario de un país remoto
llega la nieve de improviso,
si se sabe escuchar es un sollozo blanco
que recuerda a las lágrimas.
Cae o llora la nieve sobre las calles y las plazas,
sobre el mudo esqueleto de los árboles
y un manto de serena blancura deja allá, en las afueras,
en la apartada paz del cementerio,
sobre el lecho de los que eternamente yacen
ajenos a estos copos, en otra nieve intemporal fundidos.
La nieve es silenciosa, no pregunta,
sabe a las sedas blancas del olvido,
y es el abrazo frío que disuelve,
en unidad completa,
la espera de los muertos,
la espera de los vivos,
el ayer y el futuro ?ambos igual de níveos.
Más piadosa que el mundo,
cae la noche desierta de la nieve.
Los muertos velan en tan blanca paz.
Más allá de la muerte está nevando.
De A la ilusión final (2008)
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ORFEBRERÍA
Sólo el orfebre sabe
lo que sufre la piedra.
Engarzar en el oro exige a veces
tener que desgarrar, con mucho amor,
la geométrica red de las aristas,
tallar perfiles, laminar cristales,
para que al fin deslumbre con su brillo.
A cada leve golpe del buril
la gema expresa un sufrimiento mudo.
Está viva, y respira.
Un corazón palpita en su interior,
y ella se duele.
Sólo el orfebre oye ese latido
-tenaz, constante, oculto, apasionado-
y a recoger se apresta
el torrente invisible de su sangre.
La paciente noche.
La gema perfecta.
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GOYA GUTIÉRREZ LANERO (Zaragoza, 1954). Llega a Barcelona en 1968 en cuya Universidad se licencia en Filología Hispánica. Ha sido profesora de secundaria. Desde el 2003 es coeditora y directora de la revista literaria Alga, y forma parte del grupo de poesía del mismo nombre. Anteriormente había participado en la iniciativa Bauma. Cuadernos de poesía, en Barcelona. Es miembro de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña). Inquieta gestora cultural, coordinadora de lecturas y presentaciones poéticas, ha publicado los poemarios Regresar (1995), De mares y espumas (2001), La mirada y el viaje (2004), El cantar de las amantes (2006), Ánforas (2009) y Hacia lo abierto (en prensa 2011). Su obra ha sido incluida en numerosas antologías, la última Yin. Poetas aragonesas, 1960-2010 (Zaragoza, 2010).
"Partiendo de una sentida materialidad formal de la literatura, Goya Gutiérrez cifra el sentido de la misma en la entusiasta recreación de una visionaria ternura, incidiendo en la conciencia de la poesía como emoción lúdica en la que se alternan verdad y apariencia, realidad y ficción. Se da de este modo una objetivación del hecho lírico, que se constituye así en cuerpo de reflexión sobre el que la poeta modela sentimientos e impresiones. Es ésta una poética de la verdad en su sentido machadiano, cerca de la conciencia tangible y no lejos de la expresión temporal de la individualidad literaria: aquella "palabra en el tiempo". En muchos sentidos esta poesía pone de manifiesto una cierta dialéctica de la inocencia perdida, del nacimiento a una realidad más dura y palpable, crónica de una iniciación vital donde el dolor y la esperanza coexisten ejemplarmente." (Jesús Ferrer Solà [Profesor titular de Literatura Española de la Universidad de Barcelona])
LA FLOR DEL HIBISCO (Fragmento)
VII
Hay túneles cerrados
Como ataúdes negros
Que en la memoria habitan
Archivados a su libre albedrío,
Y si una ráfaga de viento roza
Cualquier mínimo extremo,
Se desatan como cajas de truenos
Y rayos que amenazan
Vampirizar tu nombre
Tu calle, tu puerta, este distrito,
Dejarte a la intemperie,
Borrar todos los signos
Que en tu rostro fue dibujando el tiempo,
Y robarte los hijos
Que pudieran dar de ti testimonio.
Y allí en la oscuridad,
Despojada e inerme,
De impotencia pletórica y de rabia
Quisieras, con espadas
De gladiolos de fuego,
Rasgar todos los lazos
Que amordazan tu mente.
De El cantar de las amantes (2006)
EPÍLOGO
Silencioso y presente arde el Ocaso
Pensar que hubiera podido ser distinto
es otra forma de aumentar el dolor
cuando ya es tarde para sumergirse
en el sueño que nos ha abandonado
y nos sigue llamando desde lejos
Enséñame Vida a adentrarme
en la grieta profunda de tus constelaciones
cuando llegue la hora de partir
Saber el lugar que has de ocupar
en el umbral de ese gran viaje
es estar en paz consigo y con tu mundo
antes de haber ardido antes de ser
bálsamo de cenizas y de limo
en el aire en el agua en la tierra
ante el fuego
Y entonces
por la repetición del circular
transcurso de las cosas
¿será otra vez la espera?
Los soles y las lunas que en su luz se anegan
Los Números de un Tiempo inaprehensibles
El hueco revirtiendo
Y entonces:
Quizá nuestro adentro esté ya afuera
De Hacia lo abierto (en prensa, 2011)
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EN EL REGRESO (Fragmento)
XVI
No hay en el mundo lazos naturales
que puedan asegurar la permanencia
¿Por qué sería castigado aquél a quien
se le permite desde el Hades contemplar
la hermosura de los frutos y el agua
que en su huida eternizan su deseo?
¿Quiso hacer saber
y transgredió el espejo
donde el poder se mira queriendo perdurar?
En el espejo de tus sueños una mujer
atraviesa la puerta
que anuncia su descensus ad inferos
Bajo el dintel sobre la sima de la insensatez
se yergue como una reina y piensa:
¡Mi venganza ha de ser estar viva!
Y un viento absorbente la adentra
y la retorna a su ensueño
Desde su pesadilla abre
la oscuridad sus párpados vigila
al centinela de la calle en la noche
Erguido el cuello de su gabardina
ojea como el sicario de la lluvia
de todas las edades y tiempos
Afuera en mi vigilia otros ojos
despiertos en lo oculto laboran
Al borde de su abismo privado
desearían cifrar la sustancia huidiza
Absorber la escarpada belleza
que siempre será libre
De Ánforas (2009)
COMO UN FÓSIL AGUARDANDO EL INICIO
Agrio como la hiel fue aquel veneno
que el injusto destierro le inoculó en la vena
Llegó a su corazón ennegreciéndolo
abriendo hacia un abismo su mirada
Y ninguna ficción imaginada podría
superar el exceso de aquella realidad:
Mudo desierto en donde la pregunta
que la mano ha sembrado no florece
Hierba azarosa cisterna de la lluvia
que al absorberla no aclara la mirada
y con espinas hiere
Pero mejor la herida que el olvido
Con la sangre puede teñir una paloma
y elevarse volando
por encima del desierto y el mar
Hacer que con sus alas pinte en la roca
collage de rojo plumas palabras quién por qué
Lograr que en su vientre la piedra
albergue esa obra constante y encarada:
como un fósil aguardando el inicio
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TERESA SHAW (Montevideo, 1951). En esta ciudad comenzó estudios de literatura en el Instituto de Profesores Artigas y en la Universidad de la República. Desde 1976 vive en Barcelona, en cuya Universidad se licenció en Filología Hispánica. Es profesora de secundaria. Ha publicado los poemarios Evocación de la luz (1999), Destiempo (2003) y El lugar que contemplas (2009). Su obra ha sido recogida en antologías como Las poetas de la búsqueda (Zaragoza, 2002) y The Other Poetry of Barcelona (California, 2004).
"Podríamos hablar de un realismo trascendente, pero también de una condensación no hermética: de una desnudez inversa a la de la poesía pura (…) objetiva un sentido que no se polariza y traduce algo que supera y va más allá (…) presenta epifánicamente la emoción y la melodía de las cosas, como si estas fueran algo más que su simple estar ahí." (Jaime Siles. Prólogo del libro Destiempo).
CAMINO DIFÍCIL
Llega la hora del paseo.
La noche dejó restos de nieve
en los bordes de la avenida,
corrompidos por la cal y el hierro.
Nada es superfluo en este paisaje,
pero nada dice y el día
nos precipita hacia un punto
en cualquier momento.
Una pareja camina entre sus escombros.
Son imágenes de archivo.
La historia agota esta brevedad,
sus nombres.
No podemos saber
si el día acaba o empieza,
qué dicen las víctimas.
Y esta intimidad
sin rostro entre
las fotografías y el poema,
como otra farola rota
entre los despojos del invierno.
De Destiempo (2003)
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ARRECIFES
That sufferance was my sinne, now I repent
John Donne
Con sus arrecifes, sus perlas del fondo,
derribó la puerta Este, inundó mi casa.
Su cuerpo desnudo flotaba en la corriente.
Te conozco, le dije.
Eres como el muerto que enterramos.
Entonces, se tumbó a mi lado
para que lo arropara.
Tenía abierta la herida en el costado.
Pecamos para salvar a otros, murmuraba.
Con fuerza quise estrecharlo en mi pecho,
no sabía cómo deshacerse
del viejo cuerpo enfermo,
de la tristeza impresa en la simiente.
A su lado, la mujer encinta
desangraba una quimera,
y, por segunda vez, moría el amor
a costa nuestra.
De Destiempo (2003)
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PATIO
Sólo conozco el trozo de tierra donde crecí. Al repasar las horas del día, las casuarinas mudan mi inquietud en costumbre de arraigar. Pero el instinto sagrado de los insectos trepa los troncos centenarios, forma un regimiento llevándose la hojarasca de cada segundo.
Por aquí pasó también un ejército de hombres a caballo.
Respondían al más brioso entre la tropa. Vestían ponchos de verano, buscaban alimento, monturas, plata para las armas.
En procesión,
tras siglos en vela
por mares,
océanos,
secaron sus ojos mirando al norte.
La revuelta iba extendiendo su lava por los campos, se esparcía hasta alcanzar la casa, el patio. Al tiempo que maduraba la uva chinche y los granos del festín salpicaban con su oscuro terciopelo la plazoleta bajo la parra.
Escondimos el nochero en una habitación de afuera.
Heredamos la astucia, la dificultad de movimiento, la falta de ejecución y confusos recuerdos.
Detrás, junto a la verja, siguiendo el camino que va hacia la cocina, distingo la huella que dejó la carretilla del negro Teófilo. Una historia, huidizas notas tras el paso de la comadreja que cruza el huerto a hora vespertina.
De rama en rama
teje abstracciones,
mundos,
la araña de la vid.
Hermanos,
cuando las corrientes de la vida depositaron aquí
el verdor de praderas y cáñamos,
¿no habíamos abandonado ya todos los caminos
con el gesto simple de una mujer,
que, al observar las variaciones de una nube,
corre de pronto a recoger la ropa limpia
del día que fuera tendido al infinito?
Resto las horas no vividas,
anticipo el fin,
y las cuentas de lo por mí visto y escuchado
suman con el ayer extraño
un mismo tiempo,
el que me lleva al patio donde nací.
De El lugar que contemplas (2009)
JARDÍN DE ARENA
Trazan los dedos figuras en la arena.
Recorren desiertos,
lagunas y ríos, rocas, cántaros pulidos por el viento.
El tacto es el jardín
una playa, estrellados cardos en los médanos.
Al seguir el círculo incalculable de sus lunas,
delinean rizópodos,
peces lamprea, escurridizas anguilas,
rugosidades
donde a un tiempo se graban y confunden las cifras,
las cartas de navegación,
el punto invisible de una estela en su viaje por el zodíaco.
Así, construye el poema su geografía.
Una escala en la rompiente del viento,
extensos campos en blanco, quimeras disueltas
en la fibra de los sentidos.
Y va borrando el azar de unos nombres,
contornos apuntados sobre la arena
de un yo que en el límite de cada página se desvanece.
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