__________________ BOCÁNGEL __________________
ESTA ES LA HISTORIA DE TERESA
“Teresa
nació en un pequeño pueblo de Aragón, cercano a la raya
con Lérida, un pueblo pobre que se asemejaba mucho a un
erial. Tenía cinco hermanos y ocho hermanas, siendo ella
la segunda de la prole en edad. Su padre era jornalero,
pero como no siempre le daban trabajo en los campos del
conde, los únicos en los que se cultivaba algo de
provecho, tuvieron que liar sus remendadas prendas en
hatillos y trasladarse a Sabadell, donde algunos
paisanos trabajaban ya en la industria textil. Lloraron
por la marcha y lloraron cuando vieron donde iban a
vivir, una ciudad de puertas altísimas, negra y fría, y
con decenas de chimeneas apuntando al duro cielo, y un
río más negro aún.
“Tenía doce años cuando se
colocó en una de las más pujantes empresas de la ciudad
vallesana, “La Ibérica Textil”. Las jornadas tras los
telares eran larguísimas; el traqueteo continuo de las
máquinas que abrían el algodón y lo desenredaban, de las
que lo convertían en mechas y después en hilos, de los
telares; los gritos del personal y las órdenes de los
capataces; el polvo y la humedad del ambiente; todo lo
tenía que soportar para cobrar la exigua paga que
llevaba a casa. Tenía trece cuando fue violada en el
almacén sobre una bala de algodón recién descargada”.
¿Lo has apuntado todo? Sigue
escribiendo y no se te ocurra llorar, ¿de acuerdo?
“Aprendió a leer a escondidas de sus padres y de sus
pocas amigas, no fueran a pensarse que se tenía por más
que ellos. A escondidas se metía entre la ropa una
navaja por si a algún mozo volvía a acercársele. A
escondidas leía los papeles que le pasaba un joven que
le gustaba y que murió de tisis algún tiempo después.
Tenía diecisiete cuando sus padres la casaron con un
hombre enjuto y de pocas palabras. “Es por tu bien”, le
dijo su madre sin mirarla a la cara, sin abrazarla, sin darle un beso, aunque fuera el
de Judas. “Es por tu bien”, dijeron sus hermanos y hermanas. “estarás mejor que
aquí, en esta habitación alquilada en la que no cabríamos si no fuera por los
turnos”. “No es por tu bien”, le dijo su padre lejos de la vista de todos, “es
porque no hay más remedio, no te podemos alimentar y él se ha ofrecido a
hacerlo”. Ella oía lo que le decían, pero no los escuchaba. Sentía la hoja de la
navaja y recordaba las palabras de futuro leídas con devoción en los papeles del
amigo muerto”.
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