Revista Alga nº54 - Otoño 2005

Sumario »
http://revistaliterariaalga.com/

ALBERTO TUGUES

DIARIO DE SOSPECHAS
(FRAGMENTO)

12 diciembre

      A l entrar en la habitación 112 de aquel modesto hotel, una mañana de invierno, lo primero que hizo fue revisar el mecanismo de los grifos del baño, la calidad y temperatura del agua, la solidez de la construcción del lavabo (algo rayado), así como la textura del papel higiénico. Todo parecía a simple vista en orden, no obstante ciertas resquebrajaduras y asperezas sin duda mejorables. Lo más sorprendente, sin embargo, era que apenas si había papel higiénico en el soporte de porcelana, pero no quiso llamar a nadie. Se dijo que no tenía importancia, debía esperar al menos hasta mañana. Pero, extrañamente, al día siguiente las brevedades de papel siguieron estando ahí, delante de sus ojos, cada vez más atónitos.
      Pasaron los días, y casi todo iba siendo repuesto, miniaturas de jabón, conjunto de toallas, casi todo salvo aquella ya misteriosa escasez de papel que le habían asignado en la escena íntima del hotel. Por consiguiente, empezó a preocuparse seriamente; por la mañana, al atardecer, incluso de noche se despertaba, obsesionado, ajeno por completo al destino de su viaje, y se dirigía velozmente al cuarto de baño y observaba, otra vez, cómo iba menguando peligrosamente el rollito de papel. Lo hacía rodar con la punta del dedo pulgar, lo desenrollaba con amor y delicadeza, calculando una vez más lo que restaba para el final de todo, midiendo los escasos metros de que disponía, y lo volvía a enrollar, desolado, mirando a un lado y a otro con vergüenza, como si buscara una explicación. Pero allí, a su lado, no había más que el rumor furtivo de la calle, y se quedaba perplejo para el resto de la noche.

________________________________
DIBUJO: ROC ESPINET

      Y así fue como pasaron otros días, otras noches: pese a algunas esperanzas, las brevedades de papel no eran repuestas por otras que otorgaran serenidad a nuestro viajero; el cual, también, fue menguando progresivamente, en secreto, convertido ya en pura contemplación de la brevedad. Hasta que un día, los empleados del hotel, alarmados, tuvieron que forzar la puerta de la habitación: lo hallaron enroscado en el suelo, reducido al tamaño muerto de su infancia, en la lívida mano el cilindro de cartón del rollito, de la brevedad de papel, despellejado hasta la transparencia, en cuya última capa alguien había escrito, a modo de broma póstuma: "Lo que importa es preparar tu corazón a manera de un blanco papel, donde pueda la divina sabiduría formar los caracteres a su gusto. ¡Oh, qué grande obra será para tu alma estar en la oración las horas enteras, muda, resignada y humillada, sin hacer, sin saber ni querer entender nada!"